DIEGO RIVERA
Formado en la Escuela
de Bellas Artes de San Carlos de la capital mexicana, a la que se había trasladado
con su familia a los seis años de edad, Diego Rivera estudió luego por espacio
de quince años (1907-1922) en varios países de Europa (en especial, España,
Francia e Italia), donde se interesó por el arte de vanguardia y abandonó el
academicismo. Las obras de este período reflejan, por un lado, un acusado
interés por el cubismo sintético (El guerrillero, 1915), asumido en su etapa parisina, y por otro una gran
admiración por los fresquistas italianos del Quattrocento (y en especial, por
Giotto), lo que motivó su alejamiento de la estética cubista anterior.
Identificado con los
ideales revolucionarios de su patria, Rivera volvió desde tierras italianas a
México (1922), en un momento en que la revolución parecía consolidada. Junto
con David Alfaro Siqueiros se dedicó a estudiar en profundidad las formas primitivas del
arte azteca y de la cultura maya, que influirían de manera significativa en su obra posterior.
En colaboración con otros destacados artistas mexicanos del momento (como el
propio Siqueiros y José
Clemente Orozco), fundó
el sindicato de pintores, del que surgiría el movimiento muralista mexicano, de
profunda raíz indigenista.
Durante la
década de los años 20 recibió numerosos encargos del gobierno de su país para
realizar grandes composiciones murales; en ellas, Rivera abandonó las
corrientes artísticas del momento para crear un estilo nacional que reflejara
la historia del pueblo mexicano, desde la época precolombina hasta la
Revolución, con escenas de un realismo vigoroso y popular, y de colores vivos.
En este sentido son famosas, por ejemplo, las escenas que evocan la presencia
de Hernán Cortés en tierras mexicanas (por ejemplo, la llegada del conquistador
a las costas de Veracruz, o su encuentro en Tenochtitlán con el soberano azteca
Moctezuma II).